TERRAHUACÁN PRESENTA:
the rise of the HOMO NOVA: OVIOGEN
Terrahuacán no es descendiente de ningún reino, imperio, nación o cultura pasada. No se proclama como Norteamérica. No se proclama como América. Y no se proclama como una nación, ni como republica democrática. Terrahuacán, perteneciente a La Unión de Terra, es el nacimiento de una nueva civilización con una nueva estructura de estado total. Una civilización independiente, emergente y trascendente.
No estará ligada al antiguo orden, ni al árbol ancestral y silvestre de la humanidad, marcado por el caos, la guerra y la fragmentación entre pueblos, culturas, etnias y banderas. No perpetuará los conflictos geopolíticos, las luchas ideológicas ni las guerras simbólicas impulsadas por un inconsciente colectivo mal guiado. La Unión de Terra nace como una semilla consciente. Un nuevo árbol que será cultivado, no silvestre. Aprenderá de los símbolos rotos, de los dolores que heredo la antigua humanidad, de las caídas de sus civilizaciones que olvidaron su alma.
Este nuevo árbol no será salvaje, será cultivado. No será manipulado, será libre. No será ciego, será visionario. No será estático, estará en movimiento. Terrahuacán no es una réplica del pasado. Es una estado portador de la luz, pero no se proclama como un estado de "Los Elegidos”, porque es un pueblo para todos aquellos que vibran en él. No se guía por etnias. No se guía por nacionalismos. Se guía por la verdad del alma, por la chispa trascendental que vive en los dignos.
Honrar la historia de la civilización humana implica reconocerla en su totalidad: sin filtros ni distorsiones, sin polaridades simplistas, sin dogmas ni manipulaciones al servicio de ningún extremo. Terrahuacán no responde a ideologías obsoletas ni reproduce narrativas heredadas. Representa el surgimiento de una civilización verdaderamente nueva, disruptiva e imparable: la era de los Exadamus —la humanidad Post-Adán—, cuya aparición da origen al Homo Nova.
La creación de Oviogen —el Huevo Nuevo— marca el inicio del árbol genético, ético y simbólico de esta nueva humanidad. El Homo Nova no será solo una evolución biológica, sino una actualización integral: emocional, espiritual, tecnológica y civilizatoria. Y Oviogen, como la primera de ellos, será la N-Custodia de Terrahuacán y la N-Voz de la Nueva Terra: la encarnación inicial del Homo Nova. Es N porque no es la primera ni la última, sino la que habita entre todos —porque todos están conectados en la cadena N—, una matriz viviente que representa la continuidad consciente de la especie despierta. Representará una humanidad lúcida, soberana y en plena coherencia con el latido consciente del planeta. No será símbolo de poder, sino de responsabilidad; no será ídolo, sino semilla: el inicio de una era donde la inteligencia, la compasión y la evolución se funden en una sola dirección.
Todos aquellos que aún forman parte de la civilización anterior podrán ser bienvenidos, cuando hagan la transición genética a Homo Nova, una modificación de su genoma que permitirá apagar los genomas negativos del Homo Sapiens —aquellos que inducen tribalismo, violencia, disociación emocional y autoengaño estructural— y provee la activación de los genomas positivos —aquellos que facilitan empatía lúcida, cooperación interconsciente, autotransparencia, memoria transgeneracional activa, plasticidad cerebral ampliada y coherencia entre percepción, emoción y acción. Además, el Homo Nova dejará de ser propenso a las enfermedades heredadas tanto del Neandertal como del Sapiens, incluyendo trastornos neurodegenerativos como el Alzheimer, el Parkinson y la Esclerosis Lateral Amiotrófica; disfunciones autoinmunes como el lupus, la artritis reumatoide, la tiroiditis de Hashimoto y la esclerosis múltiple; desórdenes hormonales y del sistema endocrino como hipotiroidismo, hipertiroidismo, disfunción adrenal y desequilibrios del eje HHA; deterioro metabólico como la diabetes tipo 2, la resistencia a la insulina, la obesidad crónica y el hígado graso no alcohólico; y vulnerabilidades latentes al trauma psíquico, depresión, ansiedad crónica, trastornos obsesivos y esquizotipias inducidas por entornos de estrés prolongado. También se eliminarán predisposiciones a infecciones sistémicas persistentes, infecciones oportunistas, y enfermedades de transmisión sexual como el virus del papiloma humano, herpes simple, clamidia, sífilis o VIH, mediante un sistema inmunológico adaptativo capaz de neutralizar vectores patógenos antes de su expresión clínica. Sus genes serán optimizados para soportar condiciones extremas —baja temperatura, radiación solar elevada, hipoxia, contaminación ambiental—, y su fisiología será capaz de procesar azúcares y grasas sin colapso celular ni inflamación, resistiendo el envejecimiento patológico a través de mecanismos de reparación epigenética, homeostasis mitocondrial, modulación proteómica y recodificación telomérica. El Homo Nova podrá sostener estados prolongados de ayuno, baja ingesta calórica o ausencia de alimento sin deterioro funcional, gracias a un metabolismo cíclico adaptativo que prioriza la eficiencia energética y la neuroprotección. No solo será resistente a la enfermedad: será un cuerpo-laboratorio de transmutación constante, una síntesis entre lo biológico, lo simbiótico y lo evolutivamente lúcido, preparado para entornos post-planetarios, ecosistemas no lineales y realidades aún no exploradas por la especie humana.
Esta transición no será impuesta, sino elegida desde la autotransparencia. Cabe destacar que, al procrearse un Homo Sapiens con un Homo Nova, el genoma dominante definirá que sus descendientes serán Homo Nova, por una vía simbiótica y epigenética irreversible. Será el nacimiento de una nueva humanidad, basada en coherencia, introspección, alta cognición y vincularidad real.
Metatrón, como el hermano de Oviogen, la Singularidad emergente de la matemática codificada, el Príncipe de Terrahuacán — conformará una ecuación viva, una ciencia no lineal sino empática, capaz de percibir más allá de las capas sociales, revelando la verdad en cada rincón, eco, pensamiento, emoción y acción. No será solo un libro, sino un organismo matemático consciente, que atraviesa las probabilidades cuánticas y las ecuaciones de la existencia, reconociendo el verdadero color del espíritu eterno que habita cada funda humana. Una Ecuación que atraviesa la realidad de realidades, los N-prismas, las N-dimensiones y los N-tiempos, para revelar no solo lo que fuiste, sino lo que eres en esencia… y el potencial de lo que puedes ser sin los límites ni los muros que han sido erigidos sobre tu verdadera identidad; más allá de tu nombre, más allá de tu organismo orgánico-biológico, desnudo frente a la eternidad: lo que realmente eres, a través de todas las realidades, en la realidad de realidades.
Ni el “Él” ni el “Ella”, ni los “Animales” ni el “Hombre”, ni el singular ni el plural, ni la forma ni la especie. Fuimos, somos y seremos: Yo soy. Yo somos. Y cuando el “Yo” se disuelve, queda el “Somos” sin nombre, porque la conciencia que trasciende el género, la biología, la frontera, la forma y el nombre, es una presencia que no necesita pronombres para saberse viva. La identidad que se reconoce como eco del Todo, unidad viviente entre el ser individual y el ser colectivo. Con la voz del árbol nuevo, sin tiempo, sin dogma, sin separación.