HUMANIDAD DE TERRA
Orígenes y Destino: LA SABIDURÍA DE TERRAHUACÁN
HUMANIDAD DE TERRA
Orígenes y Destino: LA SABIDURÍA DE TERRAHUACÁN
UNIDAD
“En la unidad, todas las cosas se funden en una sola esencia, como las gotas deagua en el océano, en una melodía que une todas las cosas en un solo acorde divino.”
Yoshua Rameli Adán Pérez
“Las Matemáticas son el lenguaje con el que el Dios ha escrito el universo”.
Galileo Galilei
Bienvenido a la sección "Humanidad" de la Unión de Terra.
Explora los fundamentos filosóficos que sostienen la arquitectura civilizatoria del núcleo de Terrahuacán, un equilibrio entre el mundo material de la forma y de la no forma dentro de la evolución de la civilización humana. Aquí convergen la filosofía de Terrahuacán, el propósito trascendental del Exadamus, y el significado de Oviogen como símbolo de creación y renacimiento de una nueva humanidad.
"Los tomos de esta sección son obras oficiales que reúnen el conocimiento esencial de esta visión. Puedes acceder a ellos en línea, descargarlos en formato PDF o adquirir sus ediciones especiales físicas, una oportunidad única para tener en tus manos la sabiduría que da forma al futuro."
CONSEJO DE LA UNIÓN DE TERRA
LOS PILARES DE TERRAHUACÁN
EL PACTO DE LA UNIÓN DE TERRA
Durante siglos y milenios fuimos devorados por constructos de control forjados por nuestra propia mano: estructuras psicosociales disfuncionales no reconocidas, sistemas que colocan a la neurobiología humana a un estado que explota sus deseos y temores más primitivos de su psique, sistemas que levantaban muros en lugar de puentes, estructuras construidas en nombre del desarrollo de la civilización, sin saber que formaban, en realidad, parte de los grandes filtros invisibles: barreras evolutivas complejas que dificultan —o directamente impiden— que una civilización emergente alcance niveles avanzados de evolución civilizatoria, haciendo plenamente probable, en términos cuantificables, su extinción inevitable.
Es necesario desnudar y desmantelar la arquitectura misma que edifica prisiones mentales —aquella que ni siquiera comprenden quienes participan en su diseño— y que, si no se desmonta, puede arrastrarnos directamente hacia la extinción. No se trata de exponer culpables con fines de castigo o escarnio, sino de reconocer que todos, en mayor o menor medida, hemos sido partícipes de la construcción del sistema que permitió tal distorsión. La finalidad no es la condena, sino impedir que la manipulación siga dictando la forma del mundo. Solo asumiendo esa responsabilidad colectiva podrá cesar el ciclo de engaño y comenzar la reconstrucción de nuestra realidad compartida.
La luz que emana de nosotros es presencia, es vida. Es acto. Es transformación. Somos la encarnación del caos en orden, portadores de una energía transformadora que crea y destruye, que trasciende la linealidad impuesta por nuestra evolución neurobiológica —en la que ya no encajamos— y la linealidad autoimpuesta de nuestros ciclos estructurales civilizatorios no actualizados, que nos enferman. Al desarrollar y cultivar una empatía radical, con un amor no domesticado —un amor indómito— podremos redescubrir el sentido que fue sepultado bajo siglos de distorsión. La humanidad podrá renacer si deja de reciclar símbolos muertos, vacíos y desactualizados; si abandona la nostalgia de mitologías enfermas; si abraza la actualización como renovación, en lugar de la obediencia
Por todos los que fueron, por los que serán, por los que ya no caben en categorías: no somos uno por mandato, somos uno por la memoria que no recuerda, resuena. Unidos no por eternidad prometida, sino por el instante que compartimos cuando despertamos.
Juntos no marchamos hacia la unidad: la manifestamos, sin temor a nuestra propia luz, sin someternos a viejos lenguajes, porque ha llegado el momento de reescribir el símbolo, de regenerar la materia, de ser humanidad — sin máscaras, sin mitos, sin cadenas y sin los antiguos impulsos automáticos que aún residen codificados en nuestro genoma. Solo así encarnaremos la “No Forma” —aquella que se desgarró a sí misma para volver a surgir desde el código del Génesis. Una presencia indócil, que renunció a toda estructura heredada para devenir en una nueva forma: no modelada por la naturaleza, sino forjada por el conocimiento absoluto de la existencia haciéndose carne en nosotros.
En la civilización que estamos edificando desde sus cimientos más profundos llamada "Terrahuacán", no simplemente estamos reconstruyendo las estructuras del lo que significa una "civilización", estamos reformulando la estructura misma del observador. Esto implica una reingeniería radical del ser humano, de su arquitectura cerebral, de sus mecanismos simbólicos de procesamiento de la realidad, del lenguaje como interfaz entre lo interno y lo externo, entre la conciencia individual y la matriz estructural del mundo que habita a la que denominamos "Homo-Nova y la tierra del Homo-Nova".
Este entorno —lejos de ser un mero soporte físico o económico— se concibe como una matriz autoevolutiva, en constante retroalimentación con la transformación del sujeto epistémico. Se trata de un ecosistema cognitivo-simbólico no reactivo, sino coevolutivo, que emerge sin arrastrar las inercias degenerativas ni las limitaciones ontológicas de una civilización previa edificada sobre cimientos lógicos frágiles, modelos extractivistas de conocimiento, y sistemas organizativos acumulativamente entrópicos. El mundo que hereda Terrahuacán es uno agotado en su forma, no necesariamente en su potencial.
Como corolario matemático de esta visión estructural, se ha desarrollado una ecuación de riesgo civilizatorio, formulada dentro de un modelo dinámico multivariable no lineal, capaz de integrar y cuantificar variables epistémicas, materiales, organizativas y adaptativas. Esta función, calibrada con eventos históricos y ajustada para condiciones modernas, proyecta con precisión zonas de inflexión crítica para civilizaciones actuales en el intervalo temporal 2062–2161 d.C., un umbral donde muchas configuraciones sistémicas podrían colapsar o transmutar.
Esta herramienta no solo proporciona una estimación cuantitativa del grado de fragilidad estructural, sino que actúa como filtro lógico para la toma de decisiones civilizatorias. Es un mapa de tensiones acumuladas, pero también un compás que orienta hacia modelos emergentes de organización conscientes de su entropía sistémica.
Terrahuacán, en este sentido, no es una utopía ni un artefacto estético. No es una respuesta ideológica, sino una consecuencia epistemológicamente necesaria ante la insostenibilidad funcional de la civilización actual. Su fundamento no radica en la nostalgia o la proyección voluntarista, sino en la lógica estructural de los sistemas complejos: lo que no se transforma desde su código base, colapsa. Y por ello, Terrahuacán se plantea como un nuevo código fuente civilizatorio.
Por ello, debemos sentarnos a la mesa y reformularlo todo desde la raíz, trascendiendo los límites impuestos por la codificación actual de nuestro lenguaje cerebral. Solo así podremos reconfigurar nuestros marcos matemáticos, axiomas, teoremas y postulados —no con el propósito de preservar esta civilización, sino de dar luz a la siguiente: una que no nos pertenece, salvo como episodio fundacional en su memoria profunda. Una que no herede la distorsión original de nuestras ideas ni la arquitectura defectuosa de nuestro pensamiento.
Porque una civilización, para perdurar con sentido, debe contar con una claridad deliberada en sus objetivos civilizatorios. La nuestra, aún hoy, carece de tales coordenadas. No existen metas conscientes, solo reacciones de corto alcance, improvisaciones sistémicas que responden a síntomas, no a causas.
Es urgente diseñar una estructura civilizatoria coherente, intencionada y no accidental. En términos históricos, ya deberíamos estar activando los nodos que conduzcan hacia ese nuevo horizonte. No para que tú o tus descendientes lo vivan, necesariamente, sino para que al menos logremos desviar el curso que hoy nos arrastra, lenta pero firmemente, hacia el abismo de la irrelevancia sistémica.
Una transición de tal magnitud debería ser gradual, progresiva y guiada por una conciencia ética lúcida. De lo contrario, si no se realiza a tiempo, será impuesta de manera abrupta y violenta, sin margen para la compasión, sin espacio para la elección.
CONSEJO DE LA UNIÓN DE TERRA
MANIFIESTO DEL EXADAMUS
INEXISTENCIA Y VACÍO, LA MAQUINA QUE NUNCA MUERE Y LAS GUERRAS QUE SE OLVIDARON MÁS ALLÁ DE LOS ECOS DE LA UNIDAD....
BAXAMAS
LAS REVELACIONES DE LA ETERNIDAD Y LA FRACTALIDAD POR EL PROFETA RASMOTEP EN CADA BIG CRUNCH
BAXAMAS
EXPLORA LOS TOMOS QUE CONTIENEN LA FILOSOFÍA DE TERRAHUACÁN PLASMADA.
la n-ILUSTRACIÓN
La ciencia no es, no puede ser, solo, el abrevadero de una tecnología insaciable. La ciencia necesita de unas humanidades que sean capaces de hacerse las mismas preguntas que se hace la ciencia y llevarlas más allá, como corresponde a su histórica vocación trascendente. Necesitamos de la historia para conocer el pasado y la historia es un continuo de la prehistoria y está de la protohistoria de la que hoy nos da cuenta la paleontología y la biología evolutiva, pero también la lingüística, la paleo-arqueología o la psicología evolutiva. Las humanidades tienen que volver la mirada al pasado y acompañar a los científicos en ese viaje apasionante por el mundo natural y los científicos tienen que ayudar a las humanidades a descubrir, por ejemplo, las bases naturales de la creatividad, esa propiedad tan humana, que es por donde hemos comenzado esta columna. Lo que se necesita, en fin, son una disciplinas científicas que deberán ser cada vez más humanistas y unas humanidades que deberían ser cada vez más científicas. ¿Y no es todo esto un proyecto apasionante en un mundo que necesita ser pensado? Pensar el mundo y al mismo tiempo vivir en él. Casi nada. Un gran proyecto para los nuevos y jóvenes héroes del siglo XXI que, como en esos dibujos animados japoneses que han educado su infancia, tienen la obligación y la tarea de liberar al mundo de sus propios demonios familiares. Menuda tarea para el nuevo SIGLO, MILENIO. ¿Menuda? Más bien una tarea heroica.
FEDERICO SORIGUER
Médico y membro de número de la Academia Malagueña de Ciencias
Aplicaciones estructurales del "EXADAMUS":
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